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Ralph Fasanella y el sindicato del pincel

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Érase una vez un niño que nació en el Bronx un 1 de mayo. Se llamaba Ralph Fasanella y sus padres eran dos inmigrantes italianos: él, repartidor de hielo y ella modista-antifascista (que se lo digo yo, que este muchacho apuntaba maneras). Su adolescencia fue un horror, sufrió abusos en un internado católico, hecho que marcó su vida, junto con otra tragedia, el dolor que sentía al ver a su padre sacrificarse en el trabajo o a su madre luchando por las injusticias sociales que vivían los inmigrantes de la América de la época.

Pasan los años, y en la década de los 30 el joven Ralph comienza a trabajar por su cuenta (desde pequeño había sabido lo que era ganarse el jornal mientras acompañaba a su padre en sus largas jornadas de reparto): fue camionero, dependiente en una gasolinera, trabajador del sector textil...hasta que un día, en medio de La Gran Depresión, se cansa de ver tanta explotación, desigualdad e injusticias y pasa a a la acción directa: se alista voluntario en en la brigada Abraham Lincoln para luchar en España contra el fascismo ¡toma ya! y a su vuelta a Estados Unidos se involucra en el movimiento sindical, donde lucha incesantemente en pro de los derechos de los trabajadores.

Ralph tenía un problema más allá de la injusticia social y el abuso del poder: la artritis. Sí, padecía terribles dolores en sus dedos, hasta que un día, un compañero de sindicato le propone pintar- supuestamente el ejercicio artístico aliviaría el sufrimiento provocado por el reuma-. Y así es como comienza la carrera de este genio autodidacta, cuando ya contaba casi 30 años (ven como todo es posible, nunca es tarde)

Nacía entonces Ralph Fasanella, el artista que llevó su activismo a la pintura con la intención de dejar no una marca, si no un moratón, dejar constancia de que un país no funciona si no es gracias a la gente trabajadora, colectivo al que dedicó su vida y su obra.


Charmian Reading, about 1970, black and white print, American Folk Art Museum, New York, Gift of the Estate of Ralph Fasanella. 

Fasanella se había colado por derecho propio en el mundo del arte; sus críticos no sabían cómo etiquetarlo: tal vez primitivo, naíf, folky o realista social, etc en cualquier caso, el mundo del arte estaba recibiendo una bofetada de color con cada uno de sus cuadros. En ellos podía verse un homenaje a la clase trabajadora, hablaba de la ciudad, del día a día en familia, de los fines de semana y los partidos de béisbol; criticaba a la iglesia, al patrón y dejaba en pañales al gobierno y sus políticas abusivas

New York City. Ralph Fasanella, 1957

Ralph Fasanella. Red Sky, 1993

Ralph Fasanella. Farewell Comrade/End of the Cold War 1993–99

Ralph Fasanella. Baseball Park, 1974 
Ralph Fasanella. Detalle de Everyday heroes, 1972

Ralph Fasanella. Dress shop, 1972

Nueva York lo era todo, en la ciudad había un extenso inventario de tipos oprimidos a los que debía retratar, y no se dejó atrás ni un solo problema por el que la clase obrera tuviera que luchar. Para él era fundamental recordar de dónde venimos, puesto que ello designa el quienes somos.

La llegada de McCarthy supuso el arrinconamiento de las pinturas de Fasanella, que hasta los 70 estuvo incluido en la lista negra de galeristas y marchantes americanos. Treinta largos años en los que Ralph y su esposa, maestra, sobrevivieron gracias al sueldo de ella. Un buen día, uno de esos marchantes puso el ojo en su trabajo y muy poco tiempo después Ralph Fasanella alcanzaba la gloria de Manhattan gracias a una portada en el New York Magazine. A partir de ahí, siguió trabajando y hablando de temas políticos y sociales como el asesinato de Keneddy, pero a pesar de las buenas nuevas, el pintor se sentía frustrado: su objetivo no se había cumplido. Poco antes de fallecer en 1997, Ralph Fasanella dijo que el propósito de realizar esos murales de enormes dimensiones no era otro que poder mostrar a todos los compañeros de sindicatos del país su modo de luchar por las injusticias sociales. Con el paso del tiempo y a pesar del reconocimiento, las obras del pintor ya no tenían sedes sindicales dónde ser expuestas, ya nada tenía sentido.

Antes de irnos, debemos recordar, como a Ralph le gustaba, que el 31 de mayo de 1993 se produjo un milagro, un regalo para el recuerdo, la clave de todo para el pintor del **Lest we forget. Fasanella fue el protagonista del New Yorker

Street of dreams. Original de Fasanella para la Revista Ney Yorker, 1993

Portada definitiva del New Yorker con ilustración de Ralph Fsanella, mayo de 1993 

La propietaria de esta pintura (que la vendió en Sothebys en 2006 por 24.000 dólares, cof, cof) era amiga personal de Fassana y cuenta que el pintor paseó y paseó por Times Square como en los viejos tiempos para pintar Street of dreams. Y eso es lo que pintó; en ella hay referencias a Sinatra, a la Extraña Pareja y otros iconos de la vida moderna como la Coca-Cola o la publicidad de tabaco -que a comienzos de los 90 aún estaba permitida.

Su dibujo me trae a la cabeza a la joven ilustradora de Essen, Angela Dalinger, y su espíritu de lucha y saber estar me recuerdan a otro genio de la sencillez, Woody Guthrie.

Y hasta aquí el repaso de la vida de un compañero, un trabajador de pincel y mural al que le sobraron razones para pintar su particular manera de gritar y luchar contra la injusticia social y los derechos de los trabajadores.

Salud Ralph!



Más Fasanella y la expo virtual del Smithsonian, por aquí abajo:

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